A raíz del surgimiento de la pandemia mundial actual causada por el/la COVID-19 y tras sus fuertes estragos en los sistemas de salud y la economía global, se ha buscado resaltar la esterilización de espacios públicos, el distanciamiento social y el desarrollo de vacunas.
La luz ultravioleta es un método de sanitización rápido, seguro y económico, que tiene la capacidad de desinfectar el aire y las superficies que entran en contacto con la luz UV. La exposición directa a la Luz UV-C ha demostrado dañar la reproducción de los microorganismos y, por otra parte, esta radiación reacciona con el oxígeno presente en el aire formando un gas conocido como ozono que contribuye a la eliminación de virus y bacterias.
Estas son algunas razones por las que ésta tecnología ha ganado relevancia en todo el planeta para el combate contra la diseminación de enfermedades virales y bacterianas, como la influenza y el coronavirus. Países como China y Estados Unidos están utilizando la luz ultravioleta para desinfectar los espacios públicos y detener la reproducción y transmisión de microorganismos como virus, hongos y bacterias.
Aunque los sistemas implementados son de última tecnología, el estudio de los efectos de la luz ultravioleta sobre microorganismos tiene sus orígenes desde 1877, año en el que Downes y Blunt confirmaron que la exposición de microorganismos a la luz ultravioleta limita su reproducción. En 1943 el Consejo de Terapia Física de los Estados Unidos de América aceptó la luz ultravioleta de grado germicida (UVGI por sus siglas en Inglés) como un método de desinfección. En 2004 Darnell y un equipo de científicos comprobaron la inactivación de microorganismos por contacto directo con la luz ultravioleta C (UVC). En 2010, Memarzadeh y su equipo de trabajo publicaron un documento donde se reconoce la eficacia de la luz UVGI para la desinfección de superficies.
Más recientemente, en 2020, la empresa Signify y el Laboratorio Nacional de Enfermedades Infecciosas Emergentes, NEIDL, de Estados Unidos de América, validaron la efectividad de las lámparas ultravioleta UVC en la inactivación del virus SARS-COV2, que causa la enfermedad conocida como COVID-19. En el estudio demostraron que es posible eliminar el Coronavirus en cuestión de segundos.
Por definición la luz ultravioleta es la radiación electromagnética de fotones que oscilan a una frecuencia entre los 10 y 400 nm, esto quiere decir que son partículas-ondas de luz que en su viaje van vibrando a muy alta velocidad. Esta luz no es visible para el ojo humano, pero se le conoce como ultravioleta porque parte de la radiación que emiten las lámparas está en el rango de la luz violeta (alrededor de 400 nm), que sí podemos ver. Así que, al encender una lámpara ultravioleta sólo percibimos la radiación violeta del destello.
Entre las frecuencias de luz ultravioleta más conocidas están: la UVA (400-315 nm), la UVB (315-280 nm), la UVC (280-100 nm) y, más específicamente, la UVGI (alrededor de 254 nm). Parte de la luz que el sol irradia a la tierra es luz ultravioleta y, de hecho, la mayor parte es UVA, UVB, UVC. La luz UV que más llega a la superficie terrestre, donde el ser humano vive, es UVA y es la causante de que la piel cambie su color a rojo.
La luz UVB es parcialmente absorbida en la atmósfera, y es la responsable de que nuestro cuerpo sintetice la vitamina D en la piel. La luz UVC es absorbida, prácticamente en su totalidad gracias a la capa de ozono y al oxígeno que hay en las capas superiores de la atmósfera terrestre.
El uso de lámparas UVC, que irradian luz a la misma frecuencia que la luz UVC del sol, tiene un doble efecto sanitizador. Por una parte la exposición directa ha demostrado dañar la reproducción de los microorganismos, y por otra parte, la radiación reacciona con el oxígeno presente en el aire formando un gas conocido como ozono que contribuye a la eliminación de virus y bacterias. Así que para lograr mejores resultados de desinfección es muy importante contar con un circuito de recirculación de aire y mantener las superficies libres polvo y contaminantes, de manera que el ozono elimina virus y bacterias presentes en el aire y la radiación UVC en las superficies.
Otras recomendaciones para asegurar la efectividad en la eliminación de microorganismos son:
Dado que la luz UVC tiene la capacidad de penetrar la membrana celular y modificar el material genético de la célula, es importante tomar ciertas precauciones, por ejemplo:
El personal que estuviera expuesto a la radiación UVC debería utilizar equipo de protección especializado para evitar los efectos secundarios causados por la exposición frecuente, como son: lentes, careta de protección, guantes, máscara facial o protector UV de cuello y batas de laboratorio. Los lentes deberán cumplir con la norma ANSI Z87, y deben tener un filtro UV que normalmente está marcado con la letra “U” y un número en escala del 2 al 6. Además de los lentes o goggles, debe usarse una careta de protección UV. Los guantes pudieran ser de nitrilo, látex o de tela con un tejido muy cerrado. La máscara facial UV deberá cubrir la región del cuello. Las batas de laboratorio deben de abotonarse desde la cintura hasta el botón más próximo al cuello, con la finalidad de evitar la exposición.
Es importante que las habitaciones que están siendo desinfectadas cuenten con buena circulación de aire, así se evitará la concentración de gases tóxicos como el ozono.
Evita la exposición cercana a materiales que pueden encenderse fácilmente, como el papel y la tela.
Las personas que utilicen equipo con lámparas ultravioleta deberían saber los riesgos y los síntomas de la exposición a corto y a largo plazo. Los síntomas de la exposición a corto plazo podrían ocurrir dentro de las primeras 4 y 24 horas.
Los efectos secundarios en la piel pueden ser moderados, como enrojecimiento de la piel; y agudos, como envejecimiento prematuro de la piel y cáncer en la piel. En los ojos el efecto moderado es la inflamación temporal y dolorosa, principalmente de la córnea; mientras que el efecto severo es el incremento del riesgo de desarrollar algunos tipos de cataratas.